Doña Leopoldina iba recordando el día lejano en que decidió su destino. Fue la curiosidad lo que hizo aceptar aquel ofrecimiento de Elisa. Ella siempre había tenido todo lo que quería y Leopoldina le tenía envidia.
Aquella mañana en Molinero estaba muerta de curiosidad, pero no era capaz de preguntar cómo sería su cita aquella mañana ocurrió en 1940.