José Ramón se ha abstraído tanto en sus pensamientos como en la contemplación del escaparate de la agencia de viajes dedicado a Rumanía. Piensa en hacerle creer a su madre que es a ella a quien se le ha ocurrido ir a Rumanía para someterse a tratamiento médico bajo la dirección de la Doctora, porque sabe que si le habla espontáneamente aconsejándole el viaje o suplicándole que lo haga fracasará.
Será ahí donde se crucen por primera vez la vida de José Ramón Arellano y la de Doña Leopoldina Garcés de Roldán, pero ninguno de los dos concede la menor importancia al encuentro.