Cuando colgó después de su conversación telefónica con uno de los empleados de Pedro Villanueva en Barcelona, Fernando estaba consternado. No podía creer cuanto acaba de decirle aquel hombre. Si daba fe a la noticia, el accidente que su amigo había sufrido esa mañana se ajustaba al sueño o a la visión que había tenido María Eugenia.