La horrenda escena que María Eugenia vio aquella mañana durante su inquietante duermevela, en la penumbra de la habitación que ocupaba en el sanatorio, fue una pesadilla. Pedro, a cuya boda no asistirían Fernando y ella, se precipitaba con su coche en el vacío.
El coche daba vueltas y vueltas, estrellándose contra las rocas. María Eugenia no puede parar de llorar, ha visto la muerte de Pedro y le cuesta discernir la realidad con los sueños.