Para José Ramón aquel estudio era perfecto para cubrir sus necesidades profesionales. Pero para su vida personal e íntima estaba llena de inconvenientes. Su madre, le propone irse a la última planta del mismo edificio en el que se encuentra el estudio. Un lugar donde tendría toda la luz que necesite.
Nuestro protagonista necesita ambos pisos del ático. El inquilino de uno de ellos deja el suyo, pero la dueña del otro apartamento, una señora muy mayor, deberá dejarlo también. José Ramón se mudará finalmente al ático pero no sabría que años después, lamentará haber tomado esta decisión.