Hoy en la palabraEl canto Escondida está mi vida por Oscar Medina dice: “Escondida está mi vida en Dios
Escondida está mi vida en Él/ Mi vida en Él está muy segura/ Mi vida en Dios está muy bien… Escondida está mi vida en Dios/ Y en Sus heridas estoy yo hoy/ Y Su costado es mi protección/ Mi vida en Dios está muy bien”.
Hemos resucitado de la muerte a la vida, vivificados con Cristo (vv. 1–4). Nuestra vida está escondida en Él, lo que significa no sólo que proviene de Él sino también que está a salvo con Él. Como resultado, nuestro corazón (nuestros afectos y deseos) debe estar centrados en las cosas de arriba. Nuestras mentes (nuestros pensamientos y elecciones) también deberían centrarse en las prioridades eternas.
En la vida que vivimos ahora, deberíamos hacer morir los pecados, entre ellos la inmoralidad, la avaricia y la idolatría, así como los pecados de la lengua, como la ira, la calumnia y la mentira (vv. 5–11). Estos comportamientos son lo que éramos, no lo que somos. En Cristo nos hemos revestido de “la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador” (v. 10).
Debemos revestirnos de virtudes que incluyan la compasión, la bondad, la humildad, la gentileza, la paciencia y el amor (vv. 12–14). También debemos perdonar como Cristo nos perdonó, gratuitamente y sin límites (Mateo 18:21–22). Éstas no son cualidades que podamos desarrollar o poner en práctica por nuestra cuenta. Sólo se pueden hacer a través de nuestra vida en Cristo.
Vestirnos de esta manera es vivir nuestra identidad transformada como creyentes “resucitados con Cristo”. Así como la ropa puede implicar un estatus social, la metáfora de la ropa aquí refleja nuestro estatus espiritual, la realidad de nuestra vida en Él.
- De todas las virtudes enumeradas en Colosenses 3, ¿en cuál necesitas concentrarte más en este momento? Si no estás seguro, elige el amor, “que es el vínculo perfecto” (v. 14).
Ora con nosotros
Todas las cualidades que el apóstol Pablo nos exhorta a adoptar en Colosenses 3 parecen inalcanzables al principio, hasta que recordamos “vestirnos” de Cristo. Es un gozo saber, Señor, que es Tu obra la que nos convierte en Tus dignos discípulos.
