Lee Gálatas 1:6–10
Si navegas por las redes sociales, te verás bombardeado por diferentes voces y opiniones. Algunos de esos mensajes son creíbles, otros no son confiables y otros son francamente peligrosos. Y aunque el volumen de mensajes es mucho mayor ahora que en la época de la iglesia primitiva, las consecuencias de escuchar y adherirse a las mentiras siguen siendo las mismas.
Pablo no se anda con rodeos en su carta a los Gálatas. Inmediatamente después de su saludo (vv. 1–5), da la razón principal de esta carta: está intensamente preocupado por la inminente apostasía de estas iglesias preciosas y jóvenes (v. 6).
Gálatas es quizás la carta más apasionada de Pablo. Dado que posiblemente también fue su primera epístola, es posible que todavía estuviera aprendiendo a moderar sus emociones. En cualquier caso, ¡su conmoción e indignación casi saltan de la página! Para él era incomprensible que estos seguidores de Cristo —con quienes había compartido la verdadera gracia de Dios— ahora estuvieran siendo atraídos para seguir “un evangelio diferente”, que en realidad “no es otro evangelio” (vv. 6–7 LBLA).
Pablo luego señala con el dedo la fuente del problema. Algunos influyentes anónimos habían llegado a la región y estaban creando confusión al “tergiversar” el evangelio (v. 7). Si bien el verbo español “tergiversar” significa alterar el curso o distorsionar lo que se pretendía, el verbo griego es aún más fuerte. Describe el acto de convertir el tema en algo completamente diferente. Estas personas no solo estaban confundiendo las cosas; estaban torciendo el evangelio hasta convertirlo en algo completamente falso.
Para subrayar la gravedad de la situación, Pablo incluso pronuncia (¡dos veces!) una maldición divina sobre quien fuera (él mismo y los ángeles incluidos) que proclamara un evangelio diferente (vv. 8–9). El único verdadero evangelio era la buena noticia de Jesucristo, que Pablo había predicado a los gálatas desde el principio, y la única motivación apropiada para este ministerio era agradar únicamente a Dios.
Ora con nosotros
Señor Jesús, hoy queremos agradecerte por salvar a Pablo, por encontrarnos con él en el camino a Damasco. Gracias por darle sabiduría, educación y conocimiento para instruir a sus hermanos cristianos (y a nosotros también). ¡Que escuchemos con atención!