Lee Mateo 17:1–8

Nunca olvidaré estar al borde del Gran Cañón en Arizona al amanecer. El aire era frío y la oscuridad persistía. Entonces, apareció la primera luz y, de repente, el sol estalló con su resplandor, el paisaje se transformó con una belleza impresionante.

Unos cuántos discípulos tuvieron el privilegio de experimentar una imagen aún más espectacular. En Mateo 17 encontramos el relato de la transfiguración de Jesús. Jesús lleva a Pedro, Santiago y Juan a una montaña alto, donde se transfigura delante de ellos (vv. 1–2). El evangelio de Mateo contiene siete menciones de Jesús subiendo una montaña, pero esta vez es única.

En la cima de la montaña, el rostro de Jesús brilla como el sol y Sus vestidos se vuelven de un blanco deslumbrante. Moisés y Elías aparecen hablando con Él, afirmando Su misión divina (vv. 3–4). Así como un amanecer transforma el paisaje del Gran Cañón, la transfiguración de Jesús reveló Su gloria divina a Sus discípulos. La plenitud de Su presencia divina, silenciada desde que tomó carne humana en la encarnación, ahora estaba temporalmente a la vista de los presentes con Jesús en ese momento.

Los discípulos quisieron mantener esta gloriosa escena construyendo estructuras para conmemorar y perpetuar lo que estaba sucediendo ahí, pero eso fue solo un vistazo momentáneo de lo que la presencia plena de Dios es capaz de hacer sin limitaciones. Una vez que los discípulos escucharon la voz de la nube, cayeron boca abajo con asombro en adoración y reverencia. Además, Dios interviene de manera inusual directamente en el versículo 5: “Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él. ¡Escúchenlo!” El mensaje de Dios resume de qué trata el libro de Mateo y cuál debe ser también nuestra respuesta hacia Jesús al escuchar y obedecer Sus enseñanzas.

• ¿Qué pasaría si volvieras a centrarte en la presencia de Dios durante los momentos ordinarios de tu vida? ¿Cómo se transformarían? Trata de buscar momentos de Su presencia durante tu día.

Ora con nosotros

Jesús, nuestro Salvador resucitado, ¡gracias por la maravilla de Tu salvación! Al igual que los discípulos en la lectura de hoy, que podamos levantar nuestros ojos hacia Ti para verte tal como eres y escuchar las palabras del Padre: “¡Escúchenlo!” (Mateo 17:5).