Lee Efesios 6:10–20
Siempre debemos estar listos para la batalla, advirtió Paul David Tripp en su libro Sé líder: “La Biblia normaliza en lugar de dramatizar la guerra espiritual. Porque vivimos en un mundo caído. Porque realmente hay un enemigo, Satanás, porque hay el mal y la tentación nos rodean todo el tiempo, y debido a que el pecado restante aún nos deja susceptibles a los ataques, vivimos todos los días en una zona de guerra”.
No es de extrañar que Pablo ordenara “pónganse toda la armadura de Dios” (v. 11). Después de todo, somos soldados del Señor, una metáfora que indica compromiso, obediencia y sufrimiento (2 Timoteo 2:3–4). No hay otra manera de “resistir las ataques del diablo” que no sea con la fuerza de Dios (v. 10 TLA). Nuestra lucha no es física sino espiritual (v. 12). La “armadura de Dios” es lo que nos permite mantenernos firmes (v. 13).
Aquí se enumeran seis piezas de armadura, inspiradas en la vestimenta del ejército romano: 1) El cinturón de la verdad (v. 14). Como la mayoría de los cinturones, mantiene las cosas en su lugar. 2) La corazón de justicia, que cubre el corazón. 3) “calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz” (v. 15). Estas sandalias o botas están listas para ir a cualquier parte en obediencia a la Gran Comisión (vv. 19–20; Mateo 28:19–20). 4) El escudo de la fe (v. 16), que nos protege de las “flechas encendidas del maligno”. 5) El yelmo de la salvación (v. 17), que mantiene a salvo nuestra cabeza y nuestro cerebro. 6) “La espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (v. 17, ver también Hebreos 4:12). Hay una “arma secreta” adicional: la oración (v. 18).
No siempre estamos vestidos con la armadura de Dios, ni es algo automático. Elegimos ponérnosla (v. 11). Esta debería ser una elección diaria que se convierta en una rutina, luego en un hábito espiritual y luego en una gozosa disciplina.
Ora con nosotros
Padre, confesamos que muchas veces nos falta perseverancia y fuerza. Pero la Escritura de hoy nos recuerda que la armadura de Dios nos ayuda a mantenernos firmes. Que nos la pongamos todos los días, para que se convierta en un hábito espiritual y una disciplina gozosa.