Lee Gálatas 1:11–12
Cuando mis estudiantes de Comunicación Oral en el Instituto Bíblico Moody dan presentaciones persuasivas, escucho sus fuentes de información. Enseño a mis estudiantes a evaluar la credibilidad de su material de origen y a identificar claramente qué contenido les pertenece a ellos y qué pertenece a otros. Presentar las ideas de otra persona como propias es plagio. Y cuando citan una fuente que no es creíble, ¡dañan su autoridad y su mensaje!
El apóstol Pablo tiene mucho cuidado de comunicar su credibilidad. Por ejemplo, en 2 Corintios 11–13, describe su filosofía ministerial y comparte su testimonio extenso con la iglesia de Corinto. En 1 Tesalonicenses 2:1–12, aclara su motivo para predicar el evangelio, no un motivo de avaricia o engaño, sino de amor.
En Gálatas 1:11–2:21, Pablo defiende su credibilidad ante las iglesias de Galacia. Comienza citando la fuente suprema de su autoridad: Jesucristo. El evangelio que Pablo les predicó no era de “invención humana” (v. 11). No lo escuchó de otro hombre. No lo aprendió en un ambiente académico. No salió en busca de el en alguna manera. Más bien, le “llegó por revelación de Jesucristo” (v. 12).
Aquí, Pablo probablemente se refiere a su conversión en el camino a Damasco (Hechos 9), cuando una luz cegadora del cielo brilló a su alrededor y una voz le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos 9:4). Saulo (Pablo) siendo un hombre religioso, inmediatamente reconoció esto como un encuentro divino y cayó al suelo. Pero Saulo aún no tenía claro el origen específico de esta confrontación. Entonces preguntó: “¿Quién eres, Señor?”, y la respuesta fue “yo soy Jesús, a quien tú persigues” (v. 5). En los siguientes versículos, Pablo compartirá más de su testimonio. Pero comienza aquí con una comprensión de la verdadera fuente del evangelio: Jesucristo, el único Hijo de Dios.
Ora con nosotros
En la lectura de hoy, el apóstol Pablo nos da una indicación clara de la base de nuestra fe y esperanza: ¡Jesucristo! Padre amoroso, gracias por tu preciosa Palabra que nos habla incluso hoy con sabiduría, amor y misericordia.