Lee Mateo 25:31–46
¿Qué pasaría si tuvieras un espejo que no sólo reflejara tu apariencia exterior, sino que también pudiera revelar tu interior? El espejo mostraría cómo interactúas con otras personas que te rodean, particularmente con los más necesitados y menos reconocidos entre nosotros. Esto es similar a lo que hace Jesús en Mateo 25:31–46, cuando comunica una verdad profunda sobre el reconocimiento de Su presencia en aquellos con quienes nos encontramos en nuestra vida diaria.
Este pasaje contiene la parábola de las ovejas y las cabras (vv. 31–40). Jesús examina a toda la gente de todas las naciones, separándolos en dos grupos: ovejas y cabras (v. 31). A uno se le da “castigo eterno” y al otro “vida eterna” (v. 46). Jesús usa un método único para distinguir a un grupo del otro; y se identificó con “lo más pequeño”: el hambriento, el sediento, el extraño, el desnudo, el enfermo y el prisionero (vv. 35–39). Cuando actuamos con amor hacia estas personas, nos encontramos con el Señor vivo mismo. Por el contrario, al descuidarlos, le damos la espalda a Jesús y corremos el riesgo de incurrir en castigos futuros.
Jesús nos llama a ser personas de compasión. La presencia de Dios no sólo se encuentra en lugares esperados, como donde nos reunimos regularmente para adorar con otros creyentes, sino también a través de nuestros actos humildes de bondad hacia los demás. Debemos cultivar un corazón de compasión hacia “los más pequeños” (v. 40) porque cuando nos acercamos a los necesitados que nos rodean, lo hacemos como si el destinatario fuera Jesús mismo.
Las palabras de Jesús son al mismo tiempo mesuradas y esclarecedoras: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí” (v. 40). La presencia de Jesús está intrínsecamente entrelazada con nuestras acciones e interacciones con los demás, especialmente aquellos que se encuentran al margen de la sociedad.
Ora con nosotros
Espíritu Santo, enséñanos a reconocer la presencia de Jesús en los demás y a estar dispuestos a ayudarles. La parábola de las ovejas y las cabras nos humilla, al ver que Jesús se identifica con “el más pequeño”, las personas que a menudo evitamos o descuidamos.