Hoy en la palabraLee 2 Reyes 1:1–17
En ocasiones, cuando hablo con personas que tienen opiniones firmes sobre un tema en particular, les pregunto dónde encontraron su información. Si la respuesta es “Lo busqué en Google”, sus convicciones se vuelven sospechosas. ¿Por qué? Porque la fuente de nuestra información es fundamental para formar nuestras opiniones. A quién le preguntes demuestra en quién confías.
El libro de 2 Reyes comienza donde terminó 1 Reyes. Ocozías, el hijo de Acab, estaba en el trono y se comportaba como su padre (véase 1 Reyes 22:51–53). Debemos recordar que el rey anterior Acab y su esposa, Jezabel, fueron responsables de la institucionalización del culto a Baal en Israel. Después de que Acab murió, fue reemplazado por su hijo con ideas afines, Ocozías, quien continuó con las prácticas idólatras de su padre.
La falta de fe de Ocozías quedó expuesta cuando fue herido (v. 2). Preguntándose si sobreviviría, buscó ayuda divina. Recurrió a Baal, demostrando en dónde estaba su confianza. Jehová, el Dios de Israel, envió un mensaje lleno de sarcasmo para desafiar al rey: “Y ustedes, ¿por qué van a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón? ¿Acaso no hay Dios en Israel?” (v. 3).
La búsqueda de respuestas del rey en el lugar equivocado lo llevó a comportarse como si Dios, una fuente confiable, no existiera. Este hubiera sido un ejemplo particularmente malo para el rey. El pueblo podría creer que si el rey consultaba a Baal, tal vez era porque el Dios de Israel no era real. Ocozías cayó bajo la condena de Dios y, como resultado, moriría a causa de sus heridas. El mensaje para el pueblo de Dios, entonces y ahora, es claro: No busquen la verdad en dioses falsos. A quién recurrimos en tiempos de problemas revela mucho acerca de lo que creemos.
- ¿A quién recurres en tiempos de problemas? ¿Qué revela tu búsqueda de respuestas acerca de tu fe en Dios?
Ora con nosotros
Al comenzar nuestro estudio de 2 Reyes este mes, Señor, danos conocimiento y comprensión de este libro a pesar de la distancia en el tiempo y la cultura. ¡Que podamos aprender sus lecciones, que también se aplican a nuestra época!
