Lee Mateo 26:17–30
Las fiestas de despedida son ocasiones agridulces porque suelen ser una celebración alegre y un reflejo de los años pasados junto al que se va, pero también son un desafío emocional porque el homenajeado se va y los que quedan no podrán disfrutar la presencia física personal de la persona una vez que se marcha.
En nuestro pasaje Jesús tiene una cena de despedida. Lo que generalmente se llama la “última cena” era parte de la celebración de la Pascua (v. 17). Durante la comida, Jesús parte el pan (v.26), que representa Su cuerpo que iba a ser sacrificado en la cruz, y sirve una copa de vino (v. 27), que simboliza Su sangre que será derramada. Luego comparte estos elementos con Sus discípulos, invitándolos a participar de este ritual como lección objetiva de Su sacrificio, Su amor y Su presencia. Toda la comida proporcionó un recuerdo de Su presencia entre ellos, pero en este punto Jesús declara que ya no beberá más del fruto de la vid hasta que todos estén físicamente reunidos nuevamente en el reino del Padre (v. 29).
Cuando participamos de la comunión, el Señor no sólo es el anfitrión original de esta ordenanza, sino que también dirige nuestra atención a un tiempo futuro de observancia cuando todos estaremos juntos “con” Él, y Él una vez más participará de ella, el fruto de la vid en celebración de nuestra unificación física con Él en el “reino de mi Padre” (v. 29).
La última cena sirve como un poderoso símbolo del amor y la presencia de Dios. Jesús, en vísperas de Su crucifixión, elige cenar con Sus discípulos, compartiendo con ellos no sólo la cena de Pascua sino, en última instancia, a Sí mismo. En Sus palabras y acciones, Él revela el amor íntimo y sacrificial de Dios por la humanidad y la realidad de la presencia del Señor entre nosotros.
Ora con nosotros
Jesús, Tú nos diste otra señal de Tu presencia con nosotros cuando instituiste la comunión durante la “última cena”. Gracias por este poderoso recordatorio cada vez que participamos en la comunión de que Tú eres “Dios con nosotros”, nuestro Emanuel.