En el mundo contemporáneo todos parecen competir por ser "influencers". Muy pocos consideran ser aprendices, seguidores o discípulos. Una breve reseña en el diario británico The Economist, contra toda intuición y tendencia, presenta el valor de ser un buen seguidor. Tal sugerencia desbarata las premisas de la industria del liderazgo, un negocio que, en Estados Unidos solamente, genera 42 mil millones de dólares. Según Jeffrey Pfeffer, profesor en Stanford University Business School, tal industria no sirve para mucho ya que la gente sigue desencantada con los líderes corporativos, financieros, gubernamentales y religiosos. A pesar de eso, las iglesias se agolpan a formar líderes, pasando por alto convenientemente el mandato de forjar buenos seguidores.