A primera vista parece que hay líneas por todos lados, que son muy accesibles y fáciles de comprar. Existen líneas de teléfono, líneas ideológicas… hay, incluso, líneas que hay que mantener (sobre todo en verano). Al principio el cliente no tiene muy claro qué tipo de línea quiere. El dependiente le ofrece una línea normal, de esas que se unen formando puntos de sutura. Pero es importante que no sea ni horizontal, ni vertical, ni quebrada, ni diagonal, ni ondulada, ni curva, ni zigzagueante. Sobre todo zigzagueante, siempre provocan quebraderos de cabeza.
El cliente se decanta por una invisible. ¡Qué idea! ¿Y cómo va a saber que la ha comprado? ¿Cómo sabe que no le han ‘tongado’?. Pues porque compra una línea de la hostia. De la hostia que se lleva por comprarla. El mismísimo meridiano.