Si alguien ama por encima de todo la libertad, éste es el ruiseñor. Cuando es encerrado, intentando el carcelero que cante solo para él, el pájaro se venga dejando de entonar una sola nota y abandonándose, incluso, a la muerte. Cuentan que un emperador chino prefirió durante un tiempo a un ruiseñor de Vaucanson que a uno de carne y hueso... hasta que se rompió el mecanismo del primero. Mejor es que el ruiseñor trine sin que nadie intente hacerlo suyo.