Lars Koch no es un acusado normal. Su trayectoria se opone a lo que podríamos esperar de un criminal al uso. De hecho, toda su vida ha sido ejemplar: fue un estudiante sobresaliente, es un hombre justo y un padre atento. El juicio no gira, por tanto, en torno a sus motivaciones personales; al contrario, se centra en preguntas universales: ¿Es correcto anteponer la salvación de vidas humanas al principio de la dignidad del ser humano? ¿Es correcto compensar una vida con otra?