Despiertas, se te hace tarde, sales corriendo de casa, te enfrentas al infernal tráfico para llegar a tu oficina a tiempo y, de repente, esos tacos que cenaste anoche comienzan a juguetear dentro de tu estómago (ya sabes...). Ahora, la prisa por llegar a tu oficina es mayor. Finalmente, consigues aparcar, las tripas están a punto de traicionarte, llegas al ascensor y aprietas con fuerza el botón de cerrar las puertas con la esperanza de que esos tacos no se escapen de tus cavidades antes de tiempo. Sin embargo, hay un pequeño detalle que ignoras: el botón para cerrar las puertas de los elevadores ¡no sirven de nada!
Entonces, ¿por qué está ahí? ¿Por qué siguen existiendo? Una ley de 1990 lo explica y Sopitas nos lo cuenta. Una historia llena de curiosidades que no te puedes perder.