El oficial Plátov, hijo de una madre obrera y un padre marino de guerra, una familia muy soviética, había perdido a sus dos hermanos mayores en el asedio de Leningrado y buscaba la mejor forma de buscarse la vida a la vez que servía a su patria. Al final de una anodina carrera universitaria como aprendiz de abogado encontró esa respuesta en la Escuela 401, un centro del KGB. En ella recibió un curso para agentes operativos que afiló sus condiciones innatas para ser un buen espía: o sea, capacidad de observación, paciencia, talento para pasar desapercibido, trucos para enviar mensajes cifrados y amplios conocimientos en las fortalezas y miserias del alma humana, además de escasas barreras morales para ponerle freno a su trabajo. La patria para él siempre estuvo por encima de cuestiones éticas.
Años después, Plátov se convertiría en agente de inteligencia y contraespionaje en la Alemania oriental y en San Petesburgo. Más tarde, llegó a ser el todopoderoso jefe del Servicio Federal de Seguridad, continuador del soviético KGB cuando la URSS ya había caído. A estas alturas todos habréis percibido ya que el oficial Plátov es sólo la identidad falsa que usó durante años uno de los agentes de inteligencia más famosos de la Historia: Vladimir Vladimirovich Putin.
Para acercarnos a la figura fascinante de este Zar posmoderno contamos con Xavier Colás, periodista y hombre en Moscú del diario EL MUNDO y Pablo Rodríguez Suanzes, corresponsal de ELM MUNDO en Bruselas, para tratar de entender los efectos de sus acciones a ambos lados de este nuevo telón de acero.