Cada vez que tú y yo pecamos, todo nuestro confort espiritual se verá afectado, nuestras oraciones no tendrán eco y el cielo parecerá de piedra, a menos que pidamos perdón al Padre. El lamento no traerá descanso, pero a la confesión sincera le sigue la liberación total. Si en tu vida hay algún pecado que deba ser perdonado, ¿por qué no acudir al Padre celestial? Levántate y hazlo Hoy.
Escrito por el Mayor Alan González