Uno de los vecinos más cercanos del Sol, la estrella de Barnard, parece tener al menos un planeta orbitando alrededor de él, así como otros tres posibles planetas que necesitan mayor confirmación

Uno de los vecinos más cercanos del Sol, la estrella de Barnard, parece tener al menos un planeta orbitando alrededor de él, así como otros tres posibles planetas que necesitan mayor confirmación

Materia Oscura es un programa especializado en Ciencia del periodista José Manuel Nieves. Universo, física, hallazgos, nuevas investigaciones... Todo pasa por el tamiz de Nieves.

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El segundo exoplaneta más cercano a la Tierra

Hace apenas tres años, en 2022, teníamos catalogados unos 30.000. En 2016, solo 15.000. Y a principios de siglo, apenas conocíamos un millar. Fijaos en la curva: es exponencial. Luca Conversi, que dirige el Centro de Coordinación de Objetos Cercanos a la Tierra de la Agencia Espacial Europea (ESA), lo ha dicho claramente: esto no va a parar. Al contrario, va a acelerar.

De esos 40.000 objetos, los expertos de la Oficina de Defensa Planetaria de la ESA han calculado las órbitas hacia el futuro. Utilizan sistemas de software muy avanzados que proyectan el camino de la roca con años, décadas, e incluso siglos de antelación. Ninguno de los 40.000 asteroides conocidos supone una amenaza para la Tierra en el futuro previsible. Sin embargo, los asteroides de más de un kilómetro de diámetro si pueden suponer un peligro. Esos son los «asesinos de planetas», los que podrían acabar con la civilización tal como la conocemos, al estilo de lo que les pasó a los dinosaurios. De esos, hemos encontrado casi el 95% y ninguno viene hacia aquí. 

Hace apenas tres a&ntilde;os, en 2022, ten&iacute;amos catalogados unos 30.000. En 2016, solo 15.000. Y a principios de siglo, apenas conoc&iacute;amos un millar. Fijaos en la curva: es exponencial. Luca Conversi, que dirige el Centro de Coordinaci&oacute;n de Objetos Cercanos a la Tierra de la Agencia Espacial Europea (ESA), lo ha dicho claramente: esto no va a parar. Al contrario, va a acelerar.
De esos 40.000 objetos, los expertos de la Oficina de Defensa Planetaria de la ESA han calculado las &oacute;rbitas hacia el futuro. Utilizan sistemas de software muy avanzados que proyectan el camino de la roca con a&ntilde;os, d&eacute;cadas, e incluso siglos de antelaci&oacute;n. Ninguno de los 40.000 asteroides conocidos supone una amenaza para la Tierra en el futuro previsible. Sin embargo, los asteroides de m&aacute;s de un kil&oacute;metro de di&aacute;metro si pueden suponer un peligro. Esos son los &laquo;asesinos de planetas&raquo;, los que podr&iacute;an acabar con la civilizaci&oacute;n tal como la conocemos, al estilo de lo que les pas&oacute; a los dinosaurios. De esos, hemos encontrado casi el 95% y ninguno viene hacia aqu&iacute;.&nbsp;

40.000 asteroides cercanos: Por qué hoy dormimos más tranquilos que los dinosaurios

La palabra 'extinción' no describe lo que les pasó a nuestros primos. No hubo un genocidio, ni tampoco una aniquilación masiva. Lo que sí hubo fue amor. O, por lo menos, mucho sexo, un mestizaje constante y prolongado que, como una gota de tinta en un vaso de agua, acabó por diluir la identidad genética neandertal en nuestro propio genoma, hasta hacerla prácticamente indistinguible.

Imaginemos el siguiente escenario. Por un lado, tenemos al neandertal, una población pequeña, dispersa y con movimientos migratorios limitados. Por el otro, tenemos a Homo sapiens saliendo de África, con una población muchísimo más numerosa, un reservorio genético inagotable. Así, y a medida que que oleadas constantes de Homo sapiens iban llegando a las 'islas' de territorio neandertal, tanto el contacto como el cruce se producían inevitablemente. La descendencia de esas uniones se integraba, en su mayoría, en la población más grande, la del Homo sapiens, que era la que ofrecía mayores probabilidades de supervivencia y reproducción continua.

La palabra 'extinci&oacute;n' no describe lo que les pas&oacute; a nuestros primos. No hubo un genocidio, ni tampoco una aniquilaci&oacute;n masiva. Lo que s&iacute; hubo fue amor. O, por lo menos, mucho sexo, un mestizaje constante y prolongado que, como una gota de tinta en un vaso de agua, acab&oacute; por diluir la identidad gen&eacute;tica neandertal en nuestro propio genoma, hasta hacerla pr&aacute;cticamente indistinguible.
Imaginemos el siguiente escenario. Por un lado, tenemos al neandertal, una poblaci&oacute;n peque&ntilde;a, dispersa y con movimientos migratorios limitados. Por el otro, tenemos a Homo sapiens saliendo de &Aacute;frica, con una poblaci&oacute;n much&iacute;simo m&aacute;s numerosa, un reservorio gen&eacute;tico inagotable. As&iacute;, y a medida que que oleadas constantes de Homo sapiens iban llegando a las 'islas' de territorio neandertal, tanto el contacto como el cruce se produc&iacute;an inevitablemente. La descendencia de esas uniones se integraba, en su mayor&iacute;a, en la poblaci&oacute;n m&aacute;s grande, la del Homo sapiens, que era la que ofrec&iacute;a mayores probabilidades de supervivencia y reproducci&oacute;n continua.

Neandertales: ¿Y si no se extinguieron?

Este nuevo mundo es un exoplaneta que está a solo 20 años luz de la Tierra. Los datos obtenidos por los científicos de la Universidad de Penn State sugieren que GJ 251 c. es casi cuatro veces más masivo que la Tierra y que muy probablemente sea un planeta rocoso. También es sorprendente su ubicación, ya que se encuentra en lo que los astrónomos llaman la Zona Ricitos de Oro. Por eso, los autores del estudio recién publicado en The Astronomical Journal, creen que es su «mejor oportunidad de encontrar vida en otros lugares». 

El equipo partió de datos base recopilados a lo largo de más de 20 años y los combinaron con la nueva precisión del Habitable-Zone Planet Finder (HPF). Primero, mejoraron la medición de un planeta interior ya conocido, el GJ 251 b. Pero la combinación de datos reveló una segunda señal, mucho más fuerte, que se repite cada 54 días. Este fue el indicador inequívoco de la presencia del masivo GJ 251 c! 

Este nuevo mundo es un exoplaneta que est&aacute; a solo 20 a&ntilde;os luz de la Tierra. Los datos obtenidos por los cient&iacute;ficos de la Universidad de Penn State sugieren que GJ 251 c. es casi cuatro veces m&aacute;s masivo que la Tierra y que muy probablemente sea un planeta rocoso. Tambi&eacute;n es sorprendente su ubicaci&oacute;n, ya que se encuentra en lo que los astr&oacute;nomos llaman la Zona Ricitos de Oro. Por eso, los autores del estudio reci&eacute;n publicado en The Astronomical Journal, creen que es su &laquo;mejor oportunidad de encontrar vida en otros lugares&raquo;.&nbsp;
El equipo parti&oacute; de datos base recopilados a lo largo de m&aacute;s de 20 a&ntilde;os y los combinaron con la nueva precisi&oacute;n del Habitable-Zone Planet Finder (HPF). Primero, mejoraron la medici&oacute;n de un planeta interior ya conocido, el GJ 251 b. Pero la combinaci&oacute;n de datos revel&oacute; una segunda se&ntilde;al, mucho m&aacute;s fuerte, que se repite cada 54 d&iacute;as. Este fue el indicador inequ&iacute;voco de la presencia del masivo GJ 251 c!&nbsp;

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