La colombiana Maria Paz Guerrero investiga las sensaciones que suscita el lenguaje a través de una serie de poemas en los que el lector no puede reconocer principio ni fin y, por el contrario, llega a perderse al regresar una y otra vez sobre los mismos pasajes, como si se tratara de un laberinto. Todo ello con resonancias salseras y, por supuesto, la textura carrasposa de la lengua gatuna.