En Andalucía las historias fluyen como el Guadalquivir, cargadas de poesía y aventuras. En Galicia se mantienen vivos los cuentos y las leyendas que se tejieron al calor de las lareiras. Y en Madrid, el pulso de la ciudad encuentra en los relatos una pausa para soñar. Aunque con caracteres y acentos diferentes, los cuentacuentos mantienen la tradición oral y preservan a viva voz las emociones que nos hacen humanos. El oficio de narrar transforma palabras en puentes entre el pasado y el presente. Puentes que mantienen una de nuestras cualidades más básicas: contar y escuchar.
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