El reconocido actor cómico y comediante habló en profundidad con Alejandra Rubio en Íntimamente sobre su infancia, su carrera artística, su salud, sus adicciones y cómo esta enfermedad influyó en su profesión y en su vida personal: “No tomo una gota de alcohol, pero es una lucha constante. Entré en el alcohol para superar mi timidez. Empecé tomando para sacarme un poco el miedo de subir al escenario. Me ponía alegre para superar mi timidez y luego se convirtió en un problema. Es una enfermedad, la pasé muy mal. No puedo tomar más, ya tomé demasiado, y por eso no lo nombro. De lo malo no hay que acordarse, solo recordar que no se debe hacer y portarse bien para vivir una vida normal. Aunque muchos piensen que no, se puede. Mónica, mi mujer, y Alcohólicos Anónimos me ayudaron y cambiaron mi vida.” Aseguró el capo cómico.

Sus problemas con las adicciones Jorge mismo los hizo públicos, dando un mensaje de esperanza y siendo el reflejo vivo que se puede cambiar: “Siempre fui muy tímido. Pensaba que la gente no se iba a reír y eso me aterraba. El día que debuté en el Teatro El Nacional, Romay tuvo que empujarme para que saliera a escena porque no quería salir. Estaba aterrado. Empecé tomando para sacarme un poco la timidez de subir al escenario. Era algo muy común en esa época. Tomar alcohol no estaba mal visto, pero a mí se me fue de las manos. Por suerte es pasado, ya pasó. Hace 30 años que no tomo una gota de alcohol. Es una enfermedad, la pasé muy mal. El último que se entera siempre es el enfermo. Un día tomas para hacer reír, otro día porque lloras… siempre buscas una excusa. Cuando fui a Alcohólicos Anónimos les dije que tomaba para poder actuar. Ahí me dijeron: ‘Bueno, anda a la esquina y seguí chupando, acá se viene para no tomar’. Mónica, mi mujer, me ayudó muchísimo. Ella me sacó adelante. La pasé muy mal, pero todo pasa. Después la cosa cambia, porque uno se quiere mucho, empieza a cuidarse y se da cuenta de que eso no va más. Se puede. Se puede salir de ese pozo interior." Aseguró el actor.

Jorge Corona es uno de los últimos capos cómicos de la época dorada del humor argentino. Comenzó su carrera artística hace 50 años en los café-concert de la época. Realizó sus primeros pasos al lado de José Marrone, un distinguido actor y humorista que marcaría a fuego su caminar por las tablas. Brilló con su humor en las más importantes plazas turísticas como Mar del Plata, Carlos Paz y Calle Corrientes, llegando incluso a conquistar el público de toda Latinoamérica y hasta Australia.

Jorge Antonio Femenías, es su verdadero nombre. Nació en San Martín, Buenos Aires el 2 de agosto de 1943. Su primer nombre artístico fue Jorge Chiva. Luego el productor y manager Juanito Belmonte le puso el apellido Corona. Empezó bien de abajo en peñas y café-concert en los años 70 y llegó a contarle chistes a Perón y ganar, entre tantos premios y reconocimientos, el premio Estrella de Mar como mejor "Actor Cómico" en varias temporadas teatrales marplatenses.

Jorge, es el hijo menor de cinco hermanos de un matrimonio de gallegos, sobre su infancia, detalla: “Éramos pobres, en aquel momento era muy difícil la vida. Mi viejo trabajaba en el cementerio, plantaba plantas, vendía flores y mi mamá lavaba ropa para afuera. Ella amaba el cine, era extra y nos llevaba a mis hermanos y a mí a hacer de extras en las películas. Trabajé en ‘Edición Extra’, ‘Pasó en mi Barrio’, ‘Arrabalera’, ‘Mercado de Abasto’… A todas esas películas nos llevó mi vieja a trabajar. Mi mamá era amiga de una señora que se llamaba González Acosta y nos llamaba por teléfono a la almacén del barrio para pedir siete u ocho extras e íbamos todos. Yo lo disfrutaba mucho. Después vernos en el cine, aunque eran solo unos segundos, era emocionante. Ahí conocí a la actriz Marta González, que su mamá ‘la Ñata’ también la llevaba junto a sus hermanos como extra. Era muy común en aquella época y un buen ‘extra’ monetario para la familia. Había mucho cine. Era un buen rebusque para poder ganar unos pesitos y nosotros nos divertíamos. La primera película que participé fue ‘Sabalero’ con Fernando Lamas y Carlos Thompson. De ahí se los llevaron a los dos a trabajar en EE.UU y se hicieron famosos. Lo recuerdo muy bien, pese a ser muy chiquito. También trabajé en la primera película en colores. Se filmó donde esta Telefe, se llamaba ‘El Gaucho y el Diablo’, ahí me hice amigo de Castillo. Después íbamos todos los chicos del barrio a ver la película y vernos. Mi hermana y mi mamá trabajaron en ‘Filomena Marturano’ con un poquito de letra. Fue todo un acontecimiento en la familia."

Continuando con su infancia, el capocómico recordó: “La diferencia de edad con mis hermanos era mucha. Me llevo 10 años con mi hermano más cercano. Yo nací de última, había mucha diferencia de años. Eso hizo que pasara una adolescencia muy difícil. Ellos hasta escuchaban otra música y yo empecé con la época del rock and roll y ellos no lo entendían. Hasta eso era un problema. Mis hermanos me ordenaban todo el tiempo que hacer, se creían los dueños de mi vida. Era otra época, hasta me obligaban a trabajar gratis para ellos en su zapatería siendo chico. Ellos fabricaban zapatos y yo tenía que trabajar gratis, ni si quiera me daban unas monedas. Por aquel tiempo se separaron mis padres y yo me quedé con mi mamá. Ella además de amar el cine, recitaba poesías. La poesía de Garrit, con la que siempre cerraba mis espectáculos, me la enseño ella. Mis padres por más que se habían separado, no tenían una mala relación. Tal es así que cuando mi papá se enfermó, mi madre lo llevó nuevamente a su casa para cuidarlo.” Recordó orgulloso.

En cuanto a sus días antes de conocer la fama, Jorge relató: “Antes de la actuación yo soñaba con ser futbolista y jugaba muy bien. Llegué a jugar en la primera C, en Urquiza. Jugué con muchos jugadores que llegaron a varios equipos de primera… Mi carrera en el fútbol se frustró porque no tenía disciplina y me gustaba mucho salir. Me daban muchos calambres porque salía todas las noches a bailar Rock and Roll y me iba a jugar casi sin dormir. Me gustaba mucho jugar al fútbol, pero más me gustaba contar chistes. Desde chico me gustó el humor y hacer reír.” Confesó el humorista.

En cuanto a sus primeras presentaciones en el escenario, contó: “Todo comenzó como un juego. Íbamos con mis amigos a las peñas y actuaba solo por empanadas y vino. Después un amigo me llevó a un boliche y empecé a trabajar ahí. Se corrió la voz y la gente venía verme. Ya en esa época yo bromeaba con la gente. Más adelante llegó un café-concert y luego Villa Gesell, ahí en la época de los hippies, contaba chistes en unos carritos en la arena. Un amigo había puesto un boliche ahí, ‘Maquiavelo’ , y venían a vernos muchos: Paco de Arriba, Karadagian… En ese lugar, por casualidad, encontré la vestimenta que hasta hoy me acompaña. Estaba trabando ahí y había un grupo que hacía de Charles Chaplin. Dejaron la levita, el bastón, los zapatos y el sombrero; yo no tenía que ponerme, me los puse y salí. Cuando me contrato Alejandro Romay, Cavallo, el secretario de Alejandro, que me había visto en villa Gesell, me pidió que usase la misma ropa y yo no la tenía, no era mía, la había dejado en la costa. Ahí me consiguieron lo mismo y paso a ser mi vestimenta.”

El destino tocó a su puerta, todo cambió y así lo cuenta el humorista: “Estaba haciendo un show en Flores, la sala estaba llena, y vino Alejandro Romay con su familia a mirar el espectáculo. Cuando terminó me saludó, y me dijo: ‘Corona mucho gusto soy Alejandro Romay, el sábado debuta en el teatro El Nacional’. Le pregunté qué era lo que iba a hacer porque no estaba acostumbrado a trabajar en un teatro, yo estaba muy cerca de la gente, y me dice: ‘Te pongo una tarima, no te hagas problema’. Fui el lunes a hablar con Romay y arreglamos contrato. Estaba nervioso, no quería salir a escena. Romay tuvo que empujarme, literal. Estaba paralizado del miedo. Salí al escenario y de entrada la gente me miraba. Una vez que se rieron, ahí arranqué. Después me convertí en un trasgresor: le sacaba la cartera a la gente y miraba lo que tenían adentro. El público me tenía miedo a mí. Es más, los espectadores, se sentaban de la tercera fila para atrás por miedo a que los gaste. Pero es una costumbre que tengo de embromar. El público argentino es vergonzoso. No sabemos divertirnos en una fiesta, por eso la gente toma y empieza a cambiar de ánimo: empieza a cantar, a bailar y hasta zapatea. El segundo sábado, después del debut, estaba Jorge Porcel en la primera fila. Ya se había corrido la voz y era un suceso. Hugo Guerrero Marthineitz, que había fallecido su madre para esa época, vino a verme y se rio muchísimo conmigo. Me lo dijo y el me dio una mano muy grande en mi carrera. Su programa era muy escuchado y él hablaba maravillas de mí.”

“Más allá de mi timidez, siempre fui un transgresor y tuve un estilo propio. Nunca imité a nadie. Eso de gastar al público lo hice desde mi adolescencia y las primeras peñas que fui a hacer chistes. Eso me jugó a favor. No se enojaba nadie. Cuando veía a alguien con mala cara, me daba vuelta y me la agarraba con otro que veía que lo disfrutaba. Llegaban tarde y les decía de todo o se iban al baño y les mojaba el asiento y, cuando venían, se mojaban todo!!! La gente que venía a verme ya esperaba eso. Fue mi sello. Eso fue lo que gustó, mi personalidad y el que no imitara a nadie.”

Comenzó su carrera al lado de José Marrone, un distinguido actor y humorista que marcaría a fuego su caminar por las tablas. Trabajo con Don Pelele, Adolfo Stray, Jorge Porcel, Alfredo Barbieri, Dringue Farias… La fama masiva le llegó después de participar en los programas de Quique Dapiaggi: ‘De lo Nuestro con Humor’ y ‘La Chispa de mi Gente’. Brilló con su humor en las más importantes temporadas de Mar del Plata, Carlos Paz y Calle Corrientes, llegando incluso a conquistar el público de Uruguay, Paraguay y hasta Australia…Fue el pionero y ha lanzado decenas de ‘casettes’ con cuentos y chistes que alegran, desde hace décadas, los hogares. Posee un estilo propio, una vestimenta que lo caracteriza y más de 50 años de trayectoria ganándose el corazón de los argentinos.

El reconocido actor c&oacute;mico y comediante habl&oacute; en profundidad con Alejandra Rubio en &Iacute;ntimamente sobre su infancia, su carrera art&iacute;stica, su salud, sus adicciones y c&oacute;mo esta enfermedad influy&oacute; en su profesi&oacute;n y en su vida personal: &ldquo;No tomo una gota de alcohol, pero es una lucha constante. Entr&eacute; en el alcohol para superar mi timidez. Empec&eacute; tomando para sacarme un poco el miedo de subir al escenario. Me pon&iacute;a alegre para superar mi timidez y luego se convirti&oacute; en un problema. Es una enfermedad, la pas&eacute; muy mal. No puedo tomar m&aacute;s, ya tom&eacute; demasiado, y por eso no lo nombro. De lo malo no hay que acordarse, solo recordar que no se debe hacer y portarse bien para vivir una vida normal. Aunque muchos piensen que no, se puede. M&oacute;nica, mi mujer, y Alcoh&oacute;licos An&oacute;nimos me ayudaron y cambiaron mi vida.&rdquo; Asegur&oacute; el capo c&oacute;mico.
Sus problemas con las adicciones Jorge mismo los hizo p&uacute;blicos, dando un mensaje de esperanza y siendo el reflejo vivo que se puede cambiar: &ldquo;Siempre fui muy t&iacute;mido. Pensaba que la gente no se iba a re&iacute;r y eso me aterraba. El d&iacute;a que debut&eacute; en el Teatro El Nacional, Romay tuvo que empujarme para que saliera a escena porque no quer&iacute;a salir. Estaba aterrado. Empec&eacute; tomando para sacarme un poco la timidez de subir al escenario. Era algo muy com&uacute;n en esa &eacute;poca. Tomar alcohol no estaba mal visto, pero a m&iacute; se me fue de las manos. Por suerte es pasado, ya pas&oacute;. Hace 30 a&ntilde;os que no tomo una gota de alcohol. Es una enfermedad, la pas&eacute; muy mal. El &uacute;ltimo que se entera siempre es el enfermo. Un d&iacute;a tomas para hacer re&iacute;r, otro d&iacute;a porque lloras&hellip; siempre buscas una excusa. Cuando fui a Alcoh&oacute;licos An&oacute;nimos les dije que tomaba para poder actuar. Ah&iacute; me dijeron: &lsquo;Bueno, anda a la esquina y segu&iacute; chupando, ac&aacute; se viene para no tomar&rsquo;. M&oacute;nica, mi mujer, me ayud&oacute; much&iacute;simo. Ella me sac&oacute; adelante. La pas&eacute; muy mal, pero todo pasa. Despu&eacute;s la cosa cambia, porque uno se quiere mucho, empieza a cuidarse y se da cuenta de que eso no va m&aacute;s. Se puede. Se puede salir de ese pozo interior." Asegur&oacute; el actor.
Jorge Corona es uno de los &uacute;ltimos capos c&oacute;micos de la &eacute;poca dorada del humor argentino. Comenz&oacute; su carrera art&iacute;stica hace 50 a&ntilde;os en los caf&eacute;-concert de la &eacute;poca. Realiz&oacute; sus primeros pasos al lado de Jos&eacute; Marrone, un distinguido actor y humorista que marcar&iacute;a a fuego su caminar por las tablas. Brill&oacute; con su humor en las m&aacute;s importantes plazas tur&iacute;sticas como Mar del Plata, Carlos Paz y Calle Corrientes, llegando incluso a conquistar el p&uacute;blico de toda Latinoam&eacute;rica y hasta Australia.
Jorge Antonio Femen&iacute;as, es su verdadero nombre. Naci&oacute; en San Mart&iacute;n, Buenos Aires el 2 de agosto de 1943. Su primer nombre art&iacute;stico fue Jorge Chiva. Luego el productor y manager Juanito Belmonte le puso el apellido Corona. Empez&oacute; bien de abajo en pe&ntilde;as y caf&eacute;-concert en los a&ntilde;os 70 y lleg&oacute; a contarle chistes a Per&oacute;n y ganar, entre tantos premios y reconocimientos, el premio Estrella de Mar como mejor "Actor C&oacute;mico" en varias temporadas teatrales marplatenses.
Jorge, es el hijo menor de cinco hermanos de un matrimonio de gallegos, sobre su infancia, detalla: &ldquo;&Eacute;ramos pobres, en aquel momento era muy dif&iacute;cil la vida. Mi viejo trabajaba en el cementerio, plantaba plantas, vend&iacute;a flores y mi mam&aacute; lavaba ropa para afuera. Ella amaba el cine, era extra y nos llevaba a mis hermanos y a m&iacute; a hacer de extras en las pel&iacute;culas. Trabaj&eacute; en &lsquo;Edici&oacute;n Extra&rsquo;, &lsquo;Pas&oacute; en mi Barrio&rsquo;, &lsquo;Arrabalera&rsquo;, &lsquo;Mercado de Abasto&rsquo;&hellip; A todas esas pel&iacute;culas nos llev&oacute; mi vieja a trabajar. Mi mam&aacute; era amiga de una se&ntilde;ora que se llamaba Gonz&aacute;lez Acosta y nos llamaba por tel&eacute;fono a la almac&eacute;n del barrio para pedir siete u ocho extras e &iacute;bamos todos. Yo lo disfrutaba mucho. Despu&eacute;s vernos en el cine, aunque eran solo unos segundos, era emocionante. Ah&iacute; conoc&iacute; a la actriz Marta Gonz&aacute;lez, que su mam&aacute; &lsquo;la &Ntilde;ata&rsquo; tambi&eacute;n la llevaba junto a sus hermanos como extra. Era muy com&uacute;n en aquella &eacute;poca y un buen &lsquo;extra&rsquo; monetario para la familia. Hab&iacute;a mucho cine. Era un buen rebusque para poder ganar unos pesitos y nosotros nos divert&iacute;amos. La primera pel&iacute;cula que particip&eacute; fue &lsquo;Sabalero&rsquo; con Fernando Lamas y Carlos Thompson. De ah&iacute; se los llevaron a los dos a trabajar en EE.UU y se hicieron famosos. Lo recuerdo muy bien, pese a ser muy chiquito. Tambi&eacute;n trabaj&eacute; en la primera pel&iacute;cula en colores. Se film&oacute; donde esta Telefe, se llamaba &lsquo;El Gaucho y el Diablo&rsquo;, ah&iacute; me hice amigo de Castillo. Despu&eacute;s &iacute;bamos todos los chicos del barrio a ver la pel&iacute;cula y vernos. Mi hermana y mi mam&aacute; trabajaron en &lsquo;Filomena Marturano&rsquo; con un poquito de letra. Fue todo un acontecimiento en la familia."
Continuando con su infancia, el capoc&oacute;mico record&oacute;: &ldquo;La diferencia de edad con mis hermanos era mucha. Me llevo 10 a&ntilde;os con mi hermano m&aacute;s cercano. Yo nac&iacute; de &uacute;ltima, hab&iacute;a mucha diferencia de a&ntilde;os. Eso hizo que pasara una adolescencia muy dif&iacute;cil. Ellos hasta escuchaban otra m&uacute;sica y yo empec&eacute; con la &eacute;poca del rock and roll y ellos no lo entend&iacute;an. Hasta eso era un problema. Mis hermanos me ordenaban todo el tiempo que hacer, se cre&iacute;an los due&ntilde;os de mi vida. Era otra &eacute;poca, hasta me obligaban a trabajar gratis para ellos en su zapater&iacute;a siendo chico. Ellos fabricaban zapatos y yo ten&iacute;a que trabajar gratis, ni si quiera me daban unas monedas. Por aquel tiempo se separaron mis padres y yo me qued&eacute; con mi mam&aacute;. Ella adem&aacute;s de amar el cine, recitaba poes&iacute;as. La poes&iacute;a de Garrit, con la que siempre cerraba mis espect&aacute;culos, me la ense&ntilde;o ella. Mis padres por m&aacute;s que se hab&iacute;an separado, no ten&iacute;an una mala relaci&oacute;n. Tal es as&iacute; que cuando mi pap&aacute; se enferm&oacute;, mi madre lo llev&oacute; nuevamente a su casa para cuidarlo.&rdquo; Record&oacute; orgulloso.
En cuanto a sus d&iacute;as antes de conocer la fama, Jorge relat&oacute;: &ldquo;Antes de la actuaci&oacute;n yo so&ntilde;aba con ser futbolista y jugaba muy bien. Llegu&eacute; a jugar en la primera C, en Urquiza. Jugu&eacute; con muchos jugadores que llegaron a varios equipos de primera&hellip; Mi carrera en el f&uacute;tbol se frustr&oacute; porque no ten&iacute;a disciplina y me gustaba mucho salir. Me daban muchos calambres porque sal&iacute;a todas las noches a bailar Rock and Roll y me iba a jugar casi sin dormir. Me gustaba mucho jugar al f&uacute;tbol, pero m&aacute;s me gustaba contar chistes. Desde chico me gust&oacute; el humor y hacer re&iacute;r.&rdquo; Confes&oacute; el humorista.
En cuanto a sus primeras presentaciones en el escenario, cont&oacute;: &ldquo;Todo comenz&oacute; como un juego. &Iacute;bamos con mis amigos a las pe&ntilde;as y actuaba solo por empanadas y vino. Despu&eacute;s un amigo me llev&oacute; a un boliche y empec&eacute; a trabajar ah&iacute;. Se corri&oacute; la voz y la gente ven&iacute;a verme. Ya en esa &eacute;poca yo bromeaba con la gente. M&aacute;s adelante lleg&oacute; un caf&eacute;-concert y luego Villa Gesell, ah&iacute; en la &eacute;poca de los hippies, contaba chistes en unos carritos en la arena. Un amigo hab&iacute;a puesto un boliche ah&iacute;, &lsquo;Maquiavelo&rsquo; , y ven&iacute;an a vernos muchos: Paco de Arriba, Karadagian&hellip; En ese lugar, por casualidad, encontr&eacute; la vestimenta que hasta hoy me acompa&ntilde;a. Estaba trabando ah&iacute; y hab&iacute;a un grupo que hac&iacute;a de Charles Chaplin. Dejaron la levita, el bast&oacute;n, los zapatos y el sombrero; yo no ten&iacute;a que ponerme, me los puse y sal&iacute;. Cuando me contrato Alejandro Romay, Cavallo, el secretario de Alejandro, que me hab&iacute;a visto en villa Gesell, me pidi&oacute; que usase la misma ropa y yo no la ten&iacute;a, no era m&iacute;a, la hab&iacute;a dejado en la costa. Ah&iacute; me consiguieron lo mismo y paso a ser mi vestimenta.&rdquo;
El destino toc&oacute; a su puerta, todo cambi&oacute; y as&iacute; lo cuenta el humorista: &ldquo;Estaba haciendo un show en Flores, la sala estaba llena, y vino Alejandro Romay con su familia a mirar el espect&aacute;culo. Cuando termin&oacute; me salud&oacute;, y me dijo: &lsquo;Corona mucho gusto soy Alejandro Romay, el s&aacute;bado debuta en el teatro El Nacional&rsquo;. Le pregunt&eacute; qu&eacute; era lo que iba a hacer porque no estaba acostumbrado a trabajar en un teatro, yo estaba muy cerca de la gente, y me dice: &lsquo;Te pongo una tarima, no te hagas problema&rsquo;. Fui el lunes a hablar con Romay y arreglamos contrato. Estaba nervioso, no quer&iacute;a salir a escena. Romay tuvo que empujarme, literal. Estaba paralizado del miedo. Sal&iacute; al escenario y de entrada la gente me miraba. Una vez que se rieron, ah&iacute; arranqu&eacute;. Despu&eacute;s me convert&iacute; en un trasgresor: le sacaba la cartera a la gente y miraba lo que ten&iacute;an adentro. El p&uacute;blico me ten&iacute;a miedo a m&iacute;. Es m&aacute;s, los espectadores, se sentaban de la tercera fila para atr&aacute;s por miedo a que los gaste. Pero es una costumbre que tengo de embromar. El p&uacute;blico argentino es vergonzoso. No sabemos divertirnos en una fiesta, por eso la gente toma y empieza a cambiar de &aacute;nimo: empieza a cantar, a bailar y hasta zapatea. El segundo s&aacute;bado, despu&eacute;s del debut, estaba Jorge Porcel en la primera fila. Ya se hab&iacute;a corrido la voz y era un suceso. Hugo Guerrero Marthineitz, que hab&iacute;a fallecido su madre para esa &eacute;poca, vino a verme y se rio much&iacute;simo conmigo. Me lo dijo y el me dio una mano muy grande en mi carrera. Su programa era muy escuchado y &eacute;l hablaba maravillas de m&iacute;.&rdquo;
&ldquo;M&aacute;s all&aacute; de mi timidez, siempre fui un transgresor y tuve un estilo propio. Nunca imit&eacute; a nadie. Eso de gastar al p&uacute;blico lo hice desde mi adolescencia y las primeras pe&ntilde;as que fui a hacer chistes. Eso me jug&oacute; a favor. No se enojaba nadie. Cuando ve&iacute;a a alguien con mala cara, me daba vuelta y me la agarraba con otro que ve&iacute;a que lo disfrutaba. Llegaban tarde y les dec&iacute;a de todo o se iban al ba&ntilde;o y les mojaba el asiento y, cuando ven&iacute;an, se mojaban todo!!! La gente que ven&iacute;a a verme ya esperaba eso. Fue mi sello. Eso fue lo que gust&oacute;, mi personalidad y el que no imitara a nadie.&rdquo;
Comenz&oacute; su carrera al lado de Jos&eacute; Marrone, un distinguido actor y humorista que marcar&iacute;a a fuego su caminar por las tablas. Trabajo con Don Pelele, Adolfo Stray, Jorge Porcel, Alfredo Barbieri, Dringue Farias&hellip; La fama masiva le lleg&oacute; despu&eacute;s de participar en los programas de Quique Dapiaggi: &lsquo;De lo Nuestro con Humor&rsquo; y &lsquo;La Chispa de mi Gente&rsquo;. Brill&oacute; con su humor en las m&aacute;s importantes temporadas de Mar del Plata, Carlos Paz y Calle Corrientes, llegando incluso a conquistar el p&uacute;blico de Uruguay, Paraguay y hasta Australia&hellip;Fue el pionero y ha lanzado decenas de &lsquo;casettes&rsquo; con cuentos y chistes que alegran, desde hace d&eacute;cadas, los hogares. Posee un estilo propio, una vestimenta que lo caracteriza y m&aacute;s de 50 a&ntilde;os de trayectoria gan&aacute;ndose el coraz&oacute;n de los argentinos.

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