Budrio, en la provincia italiana de Bolonia, es un pueblo pequeño, de unos 18.000 habitantes. Un lugar tranquilo que rara vez aparece en los periódicos.
La noche del 1 de abril de 2017 está tranquila. Davide Fabri está en una mesa con unos clientes cuando entra un hombre con la cara tapada y un fusil en las manos. Es Norbert Feher, Igor el Ruso. Está a punto de matar por primera vez.