Lee Oseas 9:10–17
Los niños tienen una honestidad refrescante cuando oran. Hace unos años, Kicks105.com publicó la “Lista de las diez oraciones más divertidas de los niños”. Aquí están algunas de mis favoritas: 1) Querido Dios, Por favor hazles entender a mis padres que si no como ensalada, me va mejor en la escuela; 2) Querido Dios, necesito que hagas que mi mamá no sea alérgica a los gatos. Realmente quiero un gato, y en verdad no quiero pedirle a mi mamá que se mude; y 3) Querido Dios, ¿Cuándo dejará de molestar mi hermana? Estoy hasta la última paciencia.
Las Escrituras proporcionan ejemplos de muchos tipos de oraciones: adoración (Éxodo 34:6–7), acción de gracias (Filipenses 4:4–7), reflexión (Salmo 139), desesperación y lamento (Salmo 88), renuncia (Lucas 22:42), petición (Mateo 7:11) e intercesión (1 Timoteo 2:1). Pero las oraciones de Oseas en el pasaje de hoy se encuentran en una categoría propia. Una vez más, este capítulo describe la decepción de Dios con la rebelión de Israel. Una relación de pacto que comenzó con tanta esperanza y gozo (v. 10) tomó un giro terrible cuando el pueblo adoró ídolos en Baal Peor y se provocó la ira del Señor (Números 25:1–9).
“¡Ay de ellos”, dijo Dios de nuevo, “cuando los abandone!” (Oseas 9:12). Entonces Oseas introduce una oración propia. Pero, curiosamente, no es una oración de intercesión por el perdón como podríamos esperar, y como esperamos tanto de los patriarcas como de los profetas (Abraham en Génesis 18:22–33, Moisés en Éxodo 32:11–14, o Jeremías en Jeremías 14:13–22).
Oseas no suplicó misericordia en nombre de Israel. En cambio, estuvo de acuerdo con el juicio de Dios e incluso le pidió a Dios que impartiera Su disciplina. Oseas hizo esta oración dos veces (vv. 14, 17). Es una oración difícil de hacer. Pero a veces necesaria cuando las personas se han entregado al pecado.