Lee Génesis 4:17–26

“Cantar es orar dos veces”. Esta cita, a menudo atribuida a San Agustín, implica que la oración y el canto para el cristiano están profundamente conectados. Y esto es cierto a través de toda la Biblia desde la primera mención de un músico. ¿Sabes quién era?

En Génesis 4, se menciona a Jubal como el padre de todos los que tocan instrumentos de cuerda y flauta (v. 21). Pero aparte de responder correctamente una pregunta de trivia bíblica, ¿cuál es el significado más profundo de este pasaje? Es importante mirar el contexto. El capítulo 3 de Génesis registra un tiempo de gran desesperación para el pueblo de Dios. El pecado había entrado en el mundo y Adán y Eva fueron expulsados del jardín del Edén (Génesis 3:24). También vemos los primeros asesinatos registrados en la historia (Génesis 4:8, 23).

Pero en Génesis 4:17–26, cuando se menciona por primera vez a Jubal y la música, también leemos que fue la primera vez que la gente comenzó a invocar el nombre del Señor. Ellos oraron. Quizás estas primeras oraciones fueron para dar gracias por el nacimiento de Set (v. 25) y su hijo después de que Caín matara a Abel. O tal vez fueron oraciones de lamento al Creador por todo lo que había sucedido en sus vidas. De cualquier manera, los versículos finales de Génesis 4 contienen uno de los numerosos ejemplos a lo largo de la Biblia que nos enseñan que la adoración verdadera, el canto al Señor, siempre está conectado con nuestra comunión íntima con el Señor. Nuestra música en la adoración debe estar arraigada en una vida de oración donde damos gracias y pedimos a Dios Su poder y presencia.

Estamos llamados a creer y vivir las palabras que cantamos en la adoración diaria al Rey. Y tenemos un Dios que puede capacitarnos a través del Espíritu Santo para hacerlo. Que nuestra música en la adoración esté arraigada en nuestro caminar diario con Él.

• ¿Qué acontecimientos condujeron a las primeras oraciones mencionadas en Génesis 4:26? ¿Por qué crees que la oración y el canto están entrelazadas?

Ora con nosotros

Dios Todopoderoso, ¡gracias por el regalo de la música! Este precioso don nos ayuda en nuestro caminar diario contigo, nos enseña a orar más fielmente y nos permite proclamar a los demás el misterio de la fe.