Hizo parte de la Tercera comisión de víctimas que participó en las negociaciones de paz entre el Gobierno y las FARC en Cuba. Su hijo, Alejandro Ujueta, murió a los 20 años como resultado de la bomba de 200 kilogramos de explosivo C4 que estalló en el Club El Nogal, en la ciudad de Bogotá, el 7 de febrero de 2003. Hoy está dispuesta las 24 horas del día a contar su historia a quien quiera escucharla. También dicta terapia de duelo a hombres y mujeres, enseñándoles lo mismo que aprendió para superar las marcas que la violencia le dejó implantas en su memoria: el perdón, un sentimiento profundo y difícil.