Para muchos en la ciudad que vieron y conversaron con Vickie Dawn Jackson, aseguran que fue dulce, paciente y de buen corazón. No obstante, para su familia, Jackson era todo menos eso. Era "una cara de bebé por fuera pero un demonio por dentro". Vicke Dawn Jackson, culpable de matar a al menos 10 de sus pacientes inyectándolos con mivacurio, una droga que generalmente se usa para detener temporalmente la respiración. Algunos creen que sus matrimonios fracasados y la pérdida de la custodia de sus hijos pudieron haber sido factores que contribuyeron a su decisión de comenzar a matar a sus pacientes. Los enfermos del Hospital General de Nocona, en el estado de Texas, ingresaban por dolencias menores, como dolor en el pie, diarrea o demencia y, si caían en manos de Vickie Dawn Jackson, era muy probable que ya no salieran con vida.