Nada más concluir el partido en el estadio del Tottenham donde el City de Guardiola dejó sentenciada media Premier, si lo logra impediría el sueño de Arteta de volver a hacer ganar al Arsenal, el foco informativo se dirigió a la segunda ciudad de Inglaterra, Birmingham, donde todo el Aston Villa se reunía con una pinta de cerveza en la mano a festejar una histórica clasificación para la Champions que cierra un largo periodo de sequía de más de cuatro décadas.

No es un tiempo cualquiera. A principios de los ochenta, el equipo de la camiseta granate con mangas celestes llegó a tocar el cielo ganando la extinta Copa de Europa al Bayern de Múnich. Alguna copita más en la década noventera y, a partir de ahí, nulo bagaje nacional e internacional para un club que fue dominador en su país allá por el siglo XIX cuando el fútbol comenzó a organizarse.

Hasta que apareció Emery. Venía medio rebotado de Villarreal tras ser destituido unos meses después de alcanzar las semifinales de la Champions. Antes se había dado una vuelta por el banquillo del Emirates donde el quinto puesto, es decir, la medalla de chocolate, había sido su techo de cristal con los gunners. Atrás quedaba aquella exitosa etapa en Sevilla donde coincidió con Monchi o su periplo parisino donde únicamente le frenó Aytekin con aquel arbitraje para la recuerdo en el Camp Nou ante el Barça de Luis Enrique.

Ahora, después de espantar los fantasmas de la Championship en el pasado ejercicio, llega este exitazo, a la altura del título doméstico, uno más, que pueda meter en su vitrina Guardiola.

Supongo que, por fin, miraremos sin ese ridículo prejuicio con el que siempre hemos mirado al entrenador de Hondarribia incomprensiblemente fuera, le falta lobby por lo que se ve, de las quinielas para entrenar a un Barça o un Atleti.

No cabe duda de que estamos ante un técnico de primera magnitud, élite pura junto a personajes de notable valía en sus respectivas parcelas como Ayestarán, Monchi o Damiá Vidagany, compañeros en esa segunda aventura británica.

Ya pueden rebautizarlo en el Villa Park. Gru, mi villano favorito.