 

El mejor arbitraje del fin de semana lleva la firma de Gerard Piqué. Ya era lo que le faltaba por hacer en Can Barça donde sigue agrandando su leyenda como futbolista, donde con la corbata puesta hace más que el batallón de directivos bajo el paraguas de Laporta y ahora como susurrador de colegiados se marca un pleno de aciertos.

Lo primero que hay que decir es que el equipo de Xavi, sin estar brillante, fue mejor y mereció ganar al Elche. Su racha de cuatro triunfos consecutivos se justifica en el juego colectivo y el talento individual y en ambos terrenos pocos equipos de LaLiga pueden hacerle frente.

Lo segundo que se debe indicar es que se agradece que no se monte ninguna escandalera porque un defensa central, en este caso el aludido Piqué y un portero, concretamente Ter Stegen, hayan sido los más decisivos de un partido complejo ante un rival inferior, pero combativo. Si los que brillan son Courtois y Militao, hay barra libre para hablar de crisis y fracaso de Ancelotti, pero eso lo discutimos otro día.

En última instancia y no por ello menos importante, el capítulo arbitral. Hernández Hernández es un caso singular dentro del colectivo. Un buen árbitro que siempre pita mal cuando el Barça es uno de los contendientes. Le entran las calandracas de la muerte.

En los Clásicos que le han designado ha sido más influyente que Messi y ayer engordó su estadística de 30 partidos dirigidos a los azulgranas con 18 victorias culés, 9 penalties a favor y tan solo 2 en contra lanzados por Guidetti en el Celta e Iborra en el Sevilla. Un 6-1 de trámite que sufrieron los vigueses y una Supercopa veraniega. Prehistoria.

Lo peor de la tarde de ayer no es que haya visto penalti en un área y córner en la otra. Podría entenderlo viendo la repetición de las jugadas. Lo llamativo fue su proceder. Su escasa inteligencia a la hora de mostrar equidad de comportamiento en dos jugadas muy parejas. "Vete a verlo", "míralo", "échale un ojo". Piqué le gritaba, le ordenaba, le dirigía, en definitiva, le rearbitraba la jugada a su antojo consiguiendo el objetivo.

Es la diferencia entre llamarse Gerard o Pere Milla, al menos para Hernández Hernández, tan honesto como obediente.

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El mejor arbitraje del fin de semana lleva la firma de Gerard Piqu&eacute;. Ya era lo que le faltaba por hacer en Can Bar&ccedil;a donde sigue agrandando su leyenda como futbolista, donde con la corbata puesta hace m&aacute;s que el batall&oacute;n de directivos bajo el paraguas de Laporta y ahora como susurrador de colegiados se marca un pleno de aciertos.
Lo primero que hay que decir es que el equipo de Xavi, sin estar brillante, fue mejor y mereci&oacute; ganar al Elche. Su racha de cuatro triunfos consecutivos se justifica en el juego colectivo y el talento individual y en ambos terrenos pocos equipos de LaLiga pueden hacerle frente.
Lo segundo que se debe indicar es que se agradece que no se monte ninguna escandalera porque un defensa central, en este caso el aludido Piqu&eacute; y un portero, concretamente Ter Stegen, hayan sido los m&aacute;s decisivos de un partido complejo ante un rival inferior, pero combativo. Si los que brillan son Courtois y Militao, hay barra libre para hablar de crisis y fracaso de Ancelotti, pero eso lo discutimos otro d&iacute;a.
En &uacute;ltima instancia y no por ello menos importante, el cap&iacute;tulo arbitral. Hern&aacute;ndez Hern&aacute;ndez es un caso singular dentro del colectivo. Un buen &aacute;rbitro que siempre pita mal cuando el Bar&ccedil;a es uno de los contendientes. Le entran las calandracas de la muerte.
En los Cl&aacute;sicos que le han designado ha sido m&aacute;s influyente que Messi y ayer engord&oacute; su estad&iacute;stica de 30 partidos dirigidos a los azulgranas con 18 victorias cul&eacute;s, 9 penalties a favor y tan solo 2 en contra lanzados por Guidetti en el Celta e Iborra en el Sevilla. Un 6-1 de tr&aacute;mite que sufrieron los vigueses y una Supercopa veraniega. Prehistoria.
Lo peor de la tarde de ayer no es que haya visto penalti en un &aacute;rea y c&oacute;rner en la otra. Podr&iacute;a entenderlo viendo la repetici&oacute;n de las jugadas. Lo llamativo fue su proceder. Su escasa inteligencia a la hora de mostrar equidad de comportamiento en dos jugadas muy parejas. "Vete a verlo", "m&iacute;ralo", "&eacute;chale un ojo". Piqu&eacute; le gritaba, le ordenaba, le dirig&iacute;a, en definitiva, le rearbitraba la jugada a su antojo consiguiendo el objetivo.
Es la diferencia entre llamarse Gerard o Pere Milla, al menos para Hern&aacute;ndez Hern&aacute;ndez, tan honesto como obediente.

Desde las 7 de la mañana, Raúl Varela te desgrana toda la actualidad del deporte con La Tribu como plato estrella desde las 8.30.  Información, debate, análisis y entrevistas en Radio MARCA

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