Lo de proteger a la estrella de LaLiga, en singular, es lo mismo que los anuncios de colonia en la televisión: siempre aparecen en la previa de la Navidad. Lamine Yamal es, sin duda, esa estrella de LaLiga y en Barcelona ya no quieren, lógicamente, que le den más patadas los equipos rivales. De hecho es el jugador que más faltas ha recibido en estos casi dos meses de campeonato, por encima de la veintena en siete encuentros. Es el futbolista más golpeado en términos absolutos, aunque Lo Celso, del Betis, sufre un mayor promedio con menos minutos de juego.

En este singular ranking aparecen Uche, futbolista del Getafe al que dejaremos de escuchar en las próximas semanas después de su última entrevista en la que calificaba a los árbitros como muy malos, Take Kubo, jugador de la Real Sociedad, y, faltaría más, Vinicius, otro de los que suele llevar la pelota cosida al pie, abusando del regate y sin eludir el uno contra uno que muchas veces desemboca en derribo.

Ayer ya pudimos ver como Montjuic presionaba a González Fuertes cada vez que un defensor del Getafe encontraba el contacto con Lamine. Raphinha, capitán, presionaba hasta la tarjeta al colegiado y en los medios ya se dejan leer las primeras crónicas acerca de la protección que merece la joya de la corona.

¿Quién puede estar en desacuerdo? Entiendo que nadie. Lamine es sinónimo de espectáculo, de entrada amortizada cada vez que vas al estadio y de tesoro para el fútbol español por juventud y nivel de juego.

Pero, ¿y los demás? ¿Acaso Douvikas, o Samu Costa, o Alejandro Balde, también en los puestos punteros, no merecen protección?

En este fútbol que castiga con rigor las palabras cada vez se permiten más entradas y se escapa, dicen que para buscar fluidez en el juego, de las faltitas y los penaltitos que interrumpan el desarrollo del partido.

Lo de la protección, efectivamente, que sea como las colonias. Para todos los gustos.