Cuando Madrid no era una ciudad si no “una movida”, la plaza de Chueca era un espacio marginal, de drogas y prostitución. Pocos años después el colectivo LGTBI lanzó una bomba de colores que comenzó a expandirse por todo el barrio. Poco a poco, Madrid fue más libre gracias a ellos y su capacidad de cambiar bares, calles y mentes.